
La gestión de las emociones en el ejercicio del poder político
El corazón le gana a la razón”
(Kellen, 2019, pág. 204)
Por Diego Armando González Jiménez1, Israel Cruz Badillo2, y Samuel Romero Vite3
Fotografía: Especiales

Para la redacción de este artículo se llevó a cabo una revisión documental basada en referencias bibliográficas académicas, estudios de psicología política y filosofía clásica. Se analizaron artículos y ensayos de expertos en liderazgo, gobernanza y salud emocional para reflexionar sobre cómo la gestión de las emociones repercuten en las decisiones del gobernante gobierno. La búsqueda se realizó en bases de datos académicas como Scielo, Dialnet y Google Académico, priorizando textos con revisión por pares y publicaciones recientes, complementadas con obras clásicas.
“Gobernar es siempre, decidir. Decidir qué hacer, cómo hacerlo y con qué gobernar” (Villareal, 2029, pág. 19). En otras palabras, gobernar implica tomar decisiones que afectan la conducta de las personas en sociedad, y esas determinaciones rara vez son puramente racionales.
El ser humano, incluso en los más altos cargos en el ejercicio del poder político, está sustancialmente condicionado por las emociones, la salud mental y la capacidad de autogobierno. Así, la inteligencia y la gestión emocional de los líderes juegan un papel central en su forma de dirigir un Estado-Nación, responder a las crisis y construir políticas públicas4. Como afirmaba el filósofo chino Confucio, “Quien domina su mente, domina el mundo”, recordándonos que el mayor poder de un gobernante radica en el control de su propio ser.
El análisis documental permitió constatar que los líderes con mayor capacidad en la gestión de las emociones son menos proclives a caer en decisiones impulsivas, convenencieras o impositivas. Goleman (1995), en su teoría sobre la inteligencia emocional, sostiene que el éxito en el liderazgo depende en gran medida de la habilidad para gestionar los propios estados emocionales y reconocer los de los demás. Del mismo modo, los estudios de Winter (2003) sobre la psicología de los líderes políticos muestran que aquellos con perfiles de alta ansiedad o con trastornos no atendidos son más propensos a implementar políticas inestables o a gobernar de forma errática en tiempos de crisis.

Este hallazgo de investigación derivado de los análisis de los casos históricos y contemporáneos; a manera de referencia, el contraste entre gobernantes como Nelson Mandela, quien mostró una extraordinaria fortaleza emocional frente a la adversidad, y otros líderes que, arrastrados por sus emociones o estados mentales alterados, condujeron a sus pueblos a la violencia o el caos.
Las evidencias empíricas indican que el autocontrol emocional no solo permite tomar mejores decisiones, sino también genera confianza en la ciudadanía. En palabras de Goleman (1995) “el liderazgo no es cuestión de emociones ausentes, sino de emociones bien gestionadas” (pág. 53).
Comprender el impacto de la gestión de las emociones y la salud mental en el gobierno es necesario porque permite repensar los mecanismos de selección, de formación y evaluación de los líderes políticos. En un mundo cada vez más complejo, con crisis que requieren respuestas mesuradas y humanas, la gestión de las emociones es un elemento central para las personas responsables en el ejercicio del poder político, este no es un tema menor.
Promover la salud mental y la inteligencia emocional en quienes ocupan cargos de poder no solo es un beneficio personal, sino un requisito ético hacia las sociedades que representan. La acción de gobernar no se trata solo de leyes y estrategias; es, sobre todo, un reflejo de la mente de quienes la ejercen.
Conclusión
La manera en que un gobernante gestiona sus emociones y su salud mental influye directamente en su estilo de liderazgo y en el bienestar de la sociedad. Los líderes con mayor dominio de su mundo interno son capaces de construir gobiernos más justos, estables y empáticos. En definitiva, como bien expresó Confucio, “quien domina su mente, domina el mundo”, subrayando que el verdadero poder no está fuera, sino dentro de uno mismo.

Referencia bibliográfica
Goleman, D. (1995). Emotional intelligence: Why it can matter more than IQ. Bantam Books.
Kellen, A. (2019). Todo lo que somos juntos. Editorial Planeta.
Villareal Cantú, Eduardo (2019). Instrumentos de Política Pública. Biblioteca Básica de Administración Pública México D.F: Siglo XXI. pág. 19-37.
Winter, D. G. (2003). Personality and political behavior. In D. O. Sears, L. Huddy & R. Jervis Eds.), Oxford handbook of political psychology (pp. 110-145). Oxford University Press.
1Alumno del quinto semestre de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, go424789@uaeh.edu.mx
2Doctor en Ciencias Sociales, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, línea de investigación en Gestión Administrativa y Desarrollo Municipal, badillo@uaeh.edu.mx
3Alumno del quinto semestre de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, ro490004@uaeh.edu.mx
4El término de políticas públicas, de origen inglés, es una disciplina que se encarga de estudiar cómo el gobernante en turno selecciona los problemas públicos (decide) “que los gobiernos deben procurar resolver o aminorar (el qué hacer) (Hood, 1983 citado por Villareal, 2019, pág. 19).